Me llamo Olivia, tengo cuarenta y cinco años y una misión.
No soy agente secreto ni nada que se le parezca, simplemente, mi amado esposo, Ángel, me ha pedido que organice por todo lo alto nuestras bodas de plata.
Mi vida es maravillosa, mi marido me adora y tengo dos hijos estupendos que pasan olímpicamente de nosotros. Tengo una madre que sufre el síndrome de Peter Pan y anda desaparecida conociendo mundo.
Mis mejores amigas son las mejores y las más dispuestas a echar una mano cuando más lo necesito. Puedo contar con ellas a cualquier hora del día. Y con todo esto de la boda se están dejando la vida para que todo salga perfecto.
A Ángel lo quiero, pero todo lo que hago le molesta. Si viene y no está la cena hecha, se queja, si mientras cenamos cojo el móvil para contestar a los grupos de whatsapp, se indigna. Si tienes ganas de fiesta y yo estoy al borde de perder el conocimiento porque estoy agotada, se mosquea. En fin... todo le parece mal. Debe estar sufriendo la crisis de los cincuenta, aunque no los aparente.
Me mortifica envejecer y vivir diariamente el día de la marmota. Esto no tiene pinta de cambiar.
Tampoco ayuda nada tener una vecinita pelirroja que lo tiene todo en su sitio y muy bien puesto. No puedo con ella y Ángel no lo entiende. Esto es lo que me mosquea.
Ya veremos si dentro de dos meses habrá boda...
No soy agente secreto ni nada que se le parezca, simplemente, mi amado esposo, Ángel, me ha pedido que organice por todo lo alto nuestras bodas de plata.
Mi vida es maravillosa, mi marido me adora y tengo dos hijos estupendos que pasan olímpicamente de nosotros. Tengo una madre que sufre el síndrome de Peter Pan y anda desaparecida conociendo mundo.
Mis mejores amigas son las mejores y las más dispuestas a echar una mano cuando más lo necesito. Puedo contar con ellas a cualquier hora del día. Y con todo esto de la boda se están dejando la vida para que todo salga perfecto.
A Ángel lo quiero, pero todo lo que hago le molesta. Si viene y no está la cena hecha, se queja, si mientras cenamos cojo el móvil para contestar a los grupos de whatsapp, se indigna. Si tienes ganas de fiesta y yo estoy al borde de perder el conocimiento porque estoy agotada, se mosquea. En fin... todo le parece mal. Debe estar sufriendo la crisis de los cincuenta, aunque no los aparente.
Me mortifica envejecer y vivir diariamente el día de la marmota. Esto no tiene pinta de cambiar.
Tampoco ayuda nada tener una vecinita pelirroja que lo tiene todo en su sitio y muy bien puesto. No puedo con ella y Ángel no lo entiende. Esto es lo que me mosquea.
Ya veremos si dentro de dos meses habrá boda...